La entrega de pipas por parte de la Junta Central de Agua y Saneamiento (JCAS) en Parral, como parte de un plan emergente para fortalecer la distribución de agua potable, pone en evidencia una realidad que preocupa a largo plazo: el sistema hídrico de la ciudad está en estado crítico. A pesar de lluvias recientes y campañas de concientización, la presión sobre la infraestructura de distribución continúa creciendo, afectando a miles de ciudadanos y cientos de negocios.
Las pipas, aunque funcionales en lo inmediato, son una solución de emergencia que genera altos costos operativos tanto para el Estado como para los municipios. El traslado de agua mediante vehículos implica una logística compleja, limitada capacidad y escasa sostenibilidad. Comercios, restaurantes, escuelas y clínicas reportan aumentos de hasta el 20% en sus gastos mensuales por almacenamiento y compra de agua externa.
La crisis hídrica también tiene un impacto reputacional. Proyectos de inversión industrial y habitacional comienzan a evaluar con más detalle la viabilidad de asentarse en zonas con abasto irregular. Sin acceso estable al recurso, el crecimiento urbano se vuelve riesgoso y menos competitivo frente a otras regiones del estado.
Autoridades han anunciado estudios para mejorar los pozos y expandir la infraestructura de conducción, pero los tiempos y presupuestos aún son inciertos. La ciudadanía, mientras tanto, enfrenta una dinámica en la que el agua deja de ser un derecho garantizado y se convierte en un bien costoso y difícil de obtener.
Red República lo advierte: sin inversión estructural y visión de futuro, el agua seguirá llegando en pipas… y la competitividad en gotas.