El nivel de almacenamiento de la presa Parral, ubicado actualmente en apenas el 8% de su capacidad total, representa una señal crítica no solo para los usuarios domésticos, sino también para todo el ecosistema económico de la región. A pesar de las precipitaciones recientes, el embalse no ha mostrado recuperación significativa, lo que obliga a replantear tanto las políticas públicas como las estrategias de uso del agua para el segundo semestre del año.
La presa abastece zonas agrícolas y rurales, además de complementar el suministro urbano durante la temporada seca. Su bajo nivel pone en riesgo los ciclos de riego de decenas de productores, sobre todo de temporal tardío, lo que a su vez afecta la cadena productiva agroindustrial: desde los jornales hasta los intermediarios y transportistas. A mediano plazo, podría implicar aumentos en los precios de productos básicos y pérdida de empleos rurales.
En el sector urbano, el bajo nivel obliga a un mayor uso de pozos profundos, cuyo mantenimiento es costoso y cuya explotación puede afectar la calidad del agua distribuida. Las autoridades sanitarias deberán reforzar los sistemas de monitoreo para evitar consecuencias en la salud pública. Asimismo, la presión sobre las redes de distribución genera cortes constantes que afectan comercios y escuelas, lo que impacta la productividad general de la ciudad.
El escenario también complica la llegada de nuevas inversiones. Sin seguridad hídrica, los parques industriales y los desarrollos inmobiliarios se vuelven proyectos de alto riesgo. La presa es más que una reserva técnica: es un termómetro de la sostenibilidad económica del municipio.
Red República lo subraya: cuando una presa se vacía, no solo se seca el campo, también se erosionan las oportunidades.