Pese a los esfuerzos diplomáticos y sanitarios del gobierno mexicano, autoridades agropecuarias de Texas mantienen su escepticismo ante la posible reapertura total de la frontera al ganado procedente de Chihuahua, debido a la presencia del gusano barrenador del ganado (UGRCH). La medida, que ha frenado exportaciones clave, representa una tensión constante en la relación comercial binacional.
La Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) ha señalado que el brote está técnicamente contenido y que se han reforzado las campañas de erradicación mediante la liberación masiva de insectos estériles y controles sanitarios regionales. Sin embargo, el Departamento de Agricultura de Texas (TDA) insiste en que los riesgos persisten, citando antecedentes de reinfección en zonas fronterizas.
El impacto económico no es menor. Chihuahua es uno de los principales exportadores de ganado bovino a Estados Unidos, con cifras que superan las 200 mil cabezas anuales. El cierre técnico de la frontera ha obligado a los productores locales a redirigir sus canales de distribución, encarecer procesos y absorber pérdidas por demoras logísticas.
La decisión final dependerá de una inspección conjunta programada para finales de julio, aunque actores del sector ganadero señalan que incluso con resultados positivos, el desbloqueo podría tardar meses debido a los protocolos burocráticos en Texas.
Desde Red República advertimos que cuando la biotecnología se cruza con la política comercial, el resultado siempre es asimétrico. En la frontera, la sanidad no solo se mide con microscopios, también con criterios geopolíticos.