El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, endureció su postura frente a la guerra en Ucrania al reducir drásticamente el plazo que había otorgado al presidente ruso, Vladimir Putin, para acordar un alto al fuego. Anteriormente, Trump había dado 50 días para que se alcanzara un pacto, pero ahora ha recortado ese tiempo a un máximo de 10 a 12 días, advirtiendo que tomará medidas severas si no se observan avances concretos en las negociaciones.
El anuncio se hizo desde Escocia, donde Trump expresó su frustración por la falta de resultados en los diálogos de paz, subrayando que “no hay razón para esperar más”. El presidente estadounidense advirtió que, de no lograrse un acuerdo, impondrá aranceles del 100% a productos rusos e incluso aplicará sanciones económicas a países que mantengan relaciones comerciales con Moscú, como China, India y Turquía.
La reacción desde Rusia no se hizo esperar. Voceros del Kremlin calificaron el ultimátum como una medida de presión “teatral”, mientras que Ucrania celebró el respaldo y la postura firme de Estados Unidos. Desde Kiev, funcionarios del gobierno agradecieron el apoyo, interpretando la declaración como una señal clara de que la comunidad internacional no está dispuesta a tolerar una prolongación del conflicto.
En paralelo, Rusia intensificó sus ataques con drones y misiles en diversas ciudades ucranianas, lo que muestra que el conflicto continúa escalando mientras las negociaciones parecen estancadas.
Este nuevo plazo de Trump, que vence a inicios de agosto, representa un punto crítico en el tablero geopolítico. Si Putin no cede, se espera una nueva ola de sanciones que podrían impactar fuertemente la economía rusa y tensar las relaciones con aliados estratégicos. El desafío ahora es ver si esta presión será suficiente para forzar una negociación real o si, por el contrario, detonará una mayor confrontación entre las potencias.
